1789
1789 es un año de sueños truncados. Una ilusión colectiva que se desintegró en la búsqueda, por otro lado siempre legítima, del interés individual.
Sin embargo, incluso aquella lucha individual que algunos decidieron emprender acabó desvelando un camino ilusorio: siglos más tarde desembocaría en el ahogo del individuo en un colectivo diferente, con otros valores, otros intereses.
Una alienación en la que el colectivo demanda del individuo una función concreta y castiga todo aquello que escapa a esta, pues supone un gasto. El individuo que se extralimita no es rentable, y la simple y natural presión selectiva se encargará de optimizar el desarrollo de esta maquinaria, prescindiendo de aquel individuo.